¡Hola a todos! Bienvenidos a un nuevo episodio de Viajando por Cantabria. Hoy nos vamos a sumergir en una historia que, sinceramente, parece sacada de una peli de Indiana Jones. ¿Verdad, Javier?Totalmente, Lucía. Si Spielberg hubiera conocido el Lignum Crucis, seguro que habría hecho una película solo para contar su historia. Pero bueno, para los que no lo sepan, el Lignum Crucis es el mayor fragmento conocido de la cruz en la que, según la tradición cristiana, fue crucificado Jesús de Nazaret. No es cualquier trozo de madera, es... como una ventana al pasado, ¿no?Sí, y lo curioso es que no solo tiene ese valor religioso, sino que también ha pasado por análisis científicos. En 1958, lo llevaron al Instituto de Ciencias Forestales de Madrid y, bueno, resulta que la madera es de un ciprés oriental, de Palestina, y tiene más de 2000 años. O sea, que encaja con la época y el lugar. Aunque, claro, siempre hay debate sobre la autenticidad de estas reliquias, pero los datos son bastante impresionantes.Y la historia de cómo llegó hasta Cantabria es de película. Todo empieza en Jerusalén, con Santa Helena, la madre del emperador Constantino. En el año 326, ella descubre las cruces de Cristo y de los ladrones y las deja en Jerusalén. Y ahí entra en escena Toribio, pero de él hablaremos más adelante. El caso es que el fragmento viaja desde Tierra Santa, pasa por Astorga, y acaba en Liébana, en Cantabria, protegido por monjes y envuelto en leyendas.A mí me fascina pensar en todo ese recorrido, y cómo la reliquia ha sobrevivido a guerras, persecuciones y hasta a la tentación de repartir trocitos a otras iglesias. Por eso la encerraron en un relicario con forma de cruz, para protegerla. Pero, Javier, tú tienes una anécdota con reliquias, ¿no?Sí, sí, la primera vez que vi una exposición de reliquias fue de crío, en León. Recuerdo que me quedé mirando un trozo de hueso de un santo, y me impresionó muchísimo pensar que eso había sobrevivido siglos. Pero cuando, años después, vi el Lignum Crucis en Liébana, fue otra cosa. No sé, sentí como... una mezcla de respeto y de vértigo histórico. Es que, aunque seas escéptico, estar delante de algo tan antiguo y venerado te hace pensar en todo lo que ha pasado por ahí. Y, bueno, me enrollo, pero es que estas cosas me pueden.No, no, es que es verdad. Es como tocar la historia con las manos. Y, bueno, el viaje del Lignum Crucis no acaba aquí, porque hay más personajes y lugares implicados. Vamos a meternos en ese lío de Toribios, ¿te parece?Venga, vamos allá. Porque aquí la cosa se complica un poco. Hay dos Toribios en la historia: Toribio de Astorga y Toribio de Palencia. Y la gente los confunde todo el rato, incluso en los documentos antiguos. El primero, Toribio de Astorga, era un obispo que, según la tradición, estuvo en Jerusalén y fue quien trajo el Lignum Crucis a la península. Era como el Indiana Jones de la época, pero en versión obispo.Y luego está Toribio de Palencia, que era un monje benedictino del siglo VI, nacido en Turieno, aquí en Cantabria. Él fundó una ermita, la Cueva Santa, y después el monasterio de San Martín de Turieno, que más tarde se llamaría Santo Toribio de Liébana. O sea, que el sitio donde está la reliquia tiene su propio Toribio local, por decirlo así.Exacto. Y por eso, con el tiempo, el nombre del monasterio fue cambiando, hasta que se quedó como Santo Toribio de Liébana. El monasterio actual data de 1256, aunque ha tenido varias reformas. Es un edificio gótico, con una capilla barroca donde se guarda el Lignum Crucis. Y, bueno, ha pasado por muchas manos: primero benedictinos, luego franciscanos, y hasta estuvo abandonado tras la desamortización de Mendizábal en el siglo XIX. Pero desde 1961, hay una pequeña comunidad franciscana que cuida la reliquia.A mí me encanta la mezcla de historia y arquitectura que tiene el monasterio. Es que no solo es un lugar religioso, sino también un testigo de la historia de Cantabria. Y, por cierto, no es el único monasterio en España con reliquias importantes. Piensa en San Millán de la Cogolla, o en el monasterio de Silos. Todos estos sitios han sido centros de cultura, de arte, y de peregrinación durante siglos.Sí, y han tenido un papel fundamental en la vida cultural y religiosa de sus regiones. El monasterio de Santo Toribio, en particular, es como el corazón espiritual de Liébana. Y, bueno, es el destino final de un camino de peregrinación muy especial, del que vamos a hablar ahora, ¿no?Eso es, porque el Camino Lebaniego tiene su propia magia. Y, además, está reconocido como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Pero antes de meternos en el camino, solo decir que, si alguna vez tenéis la oportunidad de visitar el monasterio, hacedlo. Es de esos lugares que te dejan huella, aunque no seas creyente.Bueno, y ahora sí, vamos a hablar del Camino Lebaniego. Es una ruta de peregrinación que, la verdad, no tiene nada que envidiarle al Camino de Santiago. Son unos 72 kilómetros desde San Vicente de la Barquera hasta el monasterio de Santo Toribio, atravesando paisajes de montaña que parecen de película. De hecho, yo intenté hacer una etapa hace un par de años y, te juro, Javier, que me sentía como en una aventura. Había niebla, vacas por el camino, y ese silencio de los valles... Era como estar dentro de una peli de aventuras, pero sin látigo ni sombrero.Jajaja, sí, y además es un camino duro, ¿eh? Las dos primeras etapas son largas, más de 28 kilómetros cada una. Y la última, aunque es más corta, tiene esa subida final desde Potes que te pone a prueba. Pero la llegada al monasterio es muy especial. Los peregrinos reciben la “Lebaniega”, que es el diploma que acredita la peregrinación, y pueden pasar por la Puerta del Perdón, sobre todo en el Año Santo Lebaniego.Sí, el Año Santo Lebaniego se celebra cuando la festividad de Santo Toribio, el 16 de abril, cae en domingo. Es uno de los cuatro grandes años santos de la cristiandad, junto con Roma, Jerusalén y Santiago. Y para ganar el jubileo, los peregrinos tienen que rezar, confesarse, participar en la misa del peregrino y, claro, hacer el camino. Es un ritual que mezcla lo espiritual con lo físico, y que atrae a gente de todas partes, no solo creyentes.Y es que el Camino Lebaniego es mucho más que religión. Es naturaleza, historia, cultura... y hasta gastronomía, porque no puedes irte de Liébana sin probar el cocido lebaniego o el orujo. Pero, sobre todo, es una experiencia que te conecta con la esencia de Cantabria. Yo siempre digo que, aunque no seas peregrino, hacer una parte del camino te cambia la forma de ver la región.Totalmente de acuerdo. Y, bueno, si os animáis a hacerlo, organizad bien el alojamiento, porque no hay tantos albergues como en el Camino de Santiago. Pero merece la pena, de verdad. Y si no, siempre podéis visitar el monasterio y dejaros llevar por la historia y el paisaje. Bueno, Javier, creo que hoy hemos hecho un buen viaje tras las huellas del Lignum Crucis, ¿no?Sí, ha sido un placer compartirlo contigo y con todos los que nos escuchan. Espero que os haya picado la curiosidad y que os animéis a descubrir Liébana y su historia en persona.Nos despedimos por hoy, pero ya sabéis que en el próximo episodio seguiremos explorando los rincones más sorprendentes de Cantabria. ¡Hasta la próxima, Javier!¡Hasta la próxima, Lucía! Y gracias a todos por acompañarnos en este viaje. ¡Nos vemos en el camino!

Episodes

Tras las huellas del Lignum Crucis